EL COSTE DE LA INMIGRACIÓN MASIVA SOBRE EL EMPLEO ESPAÑOL

España ha visto el mayor desplome de los salarios, corregidos por inflación, de su historia en tiempos de paz durante los últimos dos años

Una de las mentiras más repetidas del siglo XXI es que la inmigración masiva es la única forma de mantener la sostenibilidad de los sistemas de pensiones del mundo desarrollado. De eso ya escribí la semana pasada. Esta semana vamos a hablar sobre la reducción de sueldos, sobre todo de la clase baja, ante la competencia para los puestos de trabajo de baja o ninguna cualificación.

EEUU, donde resido actualmente, es un ejemplo obvio de país donde los inmigrantes presionan (presionamos) los salarios a la baja, y mucho. Los artículos en plan «hay muchos puestos de trabajo disponibles y muchos parados que no los quieren» como éste del Wall Street Journal son una tradición en la prensa estadounidense, y siempre me recuerdan al verano de 1995: ese año, estuvo empleado en un hotel en Colorado, rodeado de inmigrantes ilegales (mexicanos) que trabajaban en condiciones que ningún estadounidense habría aceptado, frecuentemente drogándose para poder currar más horas.

Los pobres mexicanos a veces se dejaban la cocaína en los carritos de limpieza, a las nueve o las diez de la mañana. Era su sistema para poder ganar más dinero, porque la gente que hace la limpieza en los hoteles cobra por habitación terminada, no por hora trabajada.

El argumento de que la gente del primer mundo es (somos) demasiado señoritos para aceptar determinados trabajos en los que tienes que drogarte para ganar más que un mileurista es curioso. Que venga siempre de la izquierda, o de los liberales adjuntos, llama la atención, teniendo en cuenta que la izquierda nació, precisamente, como representación política de los asalariados frente a los rentistas o capitalistas.

Todo esto es un tema favorito de debate entre los economistas, y la respuesta favorita de las personas favorables a la apertura de las fronteras es sacar complejos estudios académicos que más o menos concluyen que el mercado laboral, a diferencia de todos los demás mercados, no responde a la oferta y la demanda. Por ello, argumentan, el incremento de la mano de obra disponible no resulta en bajadas de salarios. Por la magia de la tecnología, entiendo.

Giovanni Peri, de la Universidad de California, se convirtió en paladín de este lado del argumento con un estudio que en 2010 postuló que la inmigración hacia EEUU entre 1990 y 2007 llevó a un incremento de «unos US$5.100 en los ingresos anuales del trabajador medio de EEUU en dólares constantes de 2005», que es uno de esos cálculos imposiblemente exactos que tanto le gusta hacer a los economistas profesionales.

Desde entonces ha seguido en la brecha, en medio de los aplausos de las multinacionales estadounidenses que utilizan la importación masiva de programadores con visado H1-B de la India y China para mantener los costes bajo control en Silicon Valley… No, perdón: para incrementar la diversidad de su mano de obra.

Es curioso que los estudios de Peri están en absoluta contradicción con todos los datos que nos muestran muy ligeras o inexistentes ganancias comparativas de renta de los asalariados estadounidenses durante el periodo (corregidas por inflación). De ésos hay a patadas.

Por ejemplo, el Bureau of Labor Statistics comparó recientemente la mediana de salarios estadounidenses (corregidos por inflación) con el producto interior bruto per cápita y encontró que la subida del PIB ha sido casi constante desde 1947, el comienzo del análisis, mientras que la media de salarios lleva estancada desde que la inmigración masiva comenzó en aquel país a principios de los 1970.

Hay muchos más cálculos similares que llegan a parecidas conclusiones y estancamientos desde 1970; por ejemplo, cuando se traza el peso de los salarios estadounidenses como porcentaje de la renta nacional, no han dejado de caer desde aquel mismo año.

Observemos que todo este se cumple igualmente en España, aunque con retraso debido a que España sólo abrió las puertas a la inmigración masiva e indocumentada en 1990, en lugar de 1970. Recientemente supimos, gracias al Observatorio Demográfico de la Universidad CEU-San Pablo, que el 95% de los nuevos empleos creados en España fueron ocupados por extranjeros, porque son casi en su totalidad empleos de baja calidad y con salarios bajos.

También supimos recientemente, gracias a Eurostat, que España ha visto el mayor desplome de los salarios, corregidos por inflación, de su historia en tiempos de paz durante los últimos dos años; y todo esto sin huelgas ni conflictos laborales de ningún tipo, lo que es, no me digan que no, fascinante.

Quizás lo que quiere decir es que, en ausencia de inmigración masiva, las últimas cinco décadas habrían sido aún peores para la clase media del mundo desarrollado, lo que es todo un argumento contra el capitalismo en general. Pero de esto ciertos economistas sólo se acuerdan cuando hay que corear subidas de impuestos que inevitablemente vuelven a centrarse en esa misma clase media.

Todo esto la izquierda moderna debería explicárselo a Karl Marx, quien en una célebre carta a un amigo le comentó que la inmigración masiva de irlandeses muertos de hambre a Inglaterra tras la hambruna de la patata respondía a la necesidad del gran capital inglés de reducir los costes laborales, tras décadas de creciente organización sindical que los incrementaba.

https://ideas.gaceta.es/el-coste-de-...mpleo-espanol/