Desde Argentina:

"ABEJORRO

—Una abeja, pá.
—Un abejorro.
—Abejorro.
—Ajá, viste. Grande.
—No hace nada, ¿no?
—Cómo que no. Vuela.
El chico mira perplejo la respuesta del padre. Busca su forma. Acaso tuviera, la respuesta, consistencia sólida.
Vuela. La respuesta del padre. Vuela.
El chico se hace a la idea, interpreta. Y repite tímido:
—Vuela.
—Ajá, vuela. No te digo.
No vuelve a preguntar, no hace nada.
En cambio el padre hace un movimiento por demás extraño: se dispone a la caza del abejorro. El chico mira, aún sacudido por la respuesta inexplicable, cómo el padre se retuerce en saltos de cacería.
El padre se saca el pulóver y lo convierte en red de caza. Lanza el pulóver-red.
—Lo agarré —dice.
Victorioso el padre ante el primer lanzamiento acertado. El abejorro lucha, zumba, dentro del pulóver. El chico se acerca, con las manos juntas, sin expresión.
—Ves, lo agarré —hace notar el padre.
Lleva al abejorro a posición apretada. El abejorro zumba entre la lana. El padre dispone con cuidado el pulóver en el suelo. El abejorro hace ruidos eléctricos.
El chico sigue en silencio los movimientos del padre.
El padre pisa el pulóver, el abejorro dentro. El chico recibe un leve sobresalto.
—¿Ves?, ahora no vuela —dice el padre.
—No vuela —repite el chico.
Vuela, no vuela, las respuestas del padre. El chico se retrae, se le cargan los ojos. Interpreta, reconstruye los sucesos.
Luego se recompone. Se acostumbra."

Nicolás Serruya