En España, hasta 2013, la tasa de natalidad cayó prácticamente a la misma velocidad que la renta per cápita. A partir de ahí, no volvió a recuperarse: aunque la renta siguió un ligero ascenso, la confianza de la sociedad continuó cayendo. Es este paralelismo el que abre, según Hungerman, a que las tasas de natalidad puedan utilizarse como un indicador fiable de la situación económica de un país. Aunque matiza que “todavía falta tener una forma más rápida de analizar estos datos, que podrían ser muy útiles para analizar el futuro económico de un país”. De momento, lo único que resume esta drástica caída de nacimientos es la desconfianza que la mayoría de los jóvenes tienen sobre su futuro laboral y familiar.
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