El desierto de los Tartaros

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Es mi primer artículo en Bolsia. En él me gustaría rendir un tributo a Bolsia y a las personas que integran este magnifico proyecto. La actitud de Miguel y su fe ciega en cumplir  su sueño, es innegable. Construir un proyecto que merezca la pena en esta industria tan atomizada y compleja merece un aplauso. Una industria anquilosada en viejas estructuras, que prima el curriculum y la etiqueta sobre el talento y la capacidad para gestionar. Miope a la hora de distinguir un buen inversor de otro mediocre.

Miguel me recuerda al protagonista de El desierto de los Tartaros, la ingeniosa novela del escritor italiano Dino Buzzati. En ella el teniente Drogo se sitúa en un fortaleza dentro de un inhóspito desierto esperando a los tártaros para conseguir una gran hazaña que de sentido a su vida. Bolsia no posee publicidad y por lo tanto no genera ingresos. Simplemente esta construida para lograr algo inédito.

Hoy en día se vuelve a poner de moda el bonito eslogan de dar el poder al pueblo. Bolsia pretende entregar el protagonismo a todo aquel que se sienta capaz de batir al mercado de forma regular y hacerlo asumiendo un riego menor. Batir al índice no es una tarea sencilla. El índice se suele componer de las compañías más grandes y con mayor liquidez del parqué. La selección no se realiza por criterios de calidad y excelencia empresarial, pero las empresas que aparecen en él son aquellas que han logrado un cierto éxito en el pasado y de alguna forma han prosperado por encima de sus competidores. Aproximadamente el 90% de los fondos de inversión cosechan peores resultados  en periodos significativos de tiempo.

Muchos se preguntaran cómo se puede defender que un grupo de jóvenes entusiastas de la inversión puede obtener mejores resultados que los llamados expertos de la gestión. La visión mayoritaria en este punto es la siguiente:

Las personas que saben invertir de forma más habilidosa son aquellas que tienen unos profundos conocimientos de contabilidad y que además han sido alumnos de las más prestigiosas escuelas de negocios del país. Gente muy inteligente que sabe cinco idiomas y además tiene una capacidad numérica comparable a la Einstein. En estas escuelas de negocios, los mejores profesores les enseñaran las mejores formas de gestionar una cartera, conocimientos de volatilidad, riego… Todo aquello que les es imprescindible para ser unos genios de la inversión.

Esta forma de localizar a un buen inversor me parece errónea. Para hacer un símil voy a utilizar algo entendible por todos: el fútbol. Siguiendo esta teoría un club de fútbol podría tener la mejor cantera del mundo. Simplemente sería necesario escoger a un grupo de jóvenes con capacidades atléticas destacadas y rodearlos de los mejores técnicos del mundo. Enseñarles toda la teoría y la base del fútbol desde muy niños. Todos podemos comprender lo disparatado del planteamiento. Los mejores futbolistas surgen por generación espontánea. Gracias a su talento natural y probablemente a una dedicación especial a la práctica de tal deporte.

Creo que en la inversión ocurre un poco lo mismo. La inversión es un arte no una ciencia. Los mercados financieros son demasiado complejos para comprenderlos en su totalidad. Cuando alguien teoriza sobre los mismos tiene que tener cuidado de no hacer afirmaciones demasiado tajantes.

Las escuelas de negocios tratan a los mercados de una forma demasiado teórica, casi como una ciencia. No se puede construir un gran inversor dopándole de conocimientos financieros. Nace, igual que en el fútbol a través de una cierta selección natural.  Es mucho más destacable para un inversor sus características personales (paciencia, dedicación, ahorro…) muy por encima de la inteligencia. Rescato una cita de Warren Buffett para ilustrar esta situación “Las personas demasiado inteligentes por lo general no suelen ser grandes inversores, ya que suelen perderse en la complejidad teórica de los mercados”

El inversor autodidacta suele tener una visión más flexible y profunda de los mercados. Ha tenido que buscar un camino y no seguir el que le venía marcado. Los buenos inversores perduran con el paso de los años. Los malos lo dejan al cabo de poco tiempo.

“Mostrar una cartera de inversión que bate al mercado sobre el papel no significa nada”

Ese es el argumento para desmontar proyectos como el de Bolsia y carteras que baten regularmente al mercado, haciéndolo mejor que la mayoría de grandes gestores expertos.

Llevó observando a los expertos muchos años y algo que no deja de sorprenderme  es ver como a la gran masa de espectadores no les importa si saben invertir bien o mal. Si en realidad comprenden de lo que están hablando. Les parece más interesante alguien que sabe ilustrar bien una situación aparentando tener conocimientos avanzados. Buscan al gran narrador o trovador que les deleite con su profunda visión del mercado. Esto se plasma porque en muchas ocasiones a pesar de obtener resultados mediocres o equivocarse de forma muy aparente gozan del favor de sus seguidores. Aportan seguridad y encima están respaldados por una gran entidad financiera.

Tras invertir aproximadamente 15 años con dinero real puedo asegurar que es igual de difícil o de fácil tener una rentabilidad superior al mercado, si se sabe controlar e incluso ignorar el efecto nocivo que tiene el dinero sobre las personas. Cuando inviertes con sentido, juegas a favor del viento y las probabilidades de perder tu dinero son muy escasas. Ese miedo a perder tu dinero, es una de las grandes taras con las que acuden los novatos a los mercados. “la bolsa es demasiado arriesgada” “Es un casino” El problema es que el gran público se equivoca en su diagnostico. Los mercados financieros son en general, enormemente volátiles pero mucho menos arriesgados de lo que aparentan. Todo es cuestión de entenderlos de manera racional y conservadora. No verlos como una forma de enriquecerse, porque entonces es cuando vienen los disgustos.

Los mercados financieros pueden ser una forma de tener participaciones en algunas de las mejores empresas del mundo, con todo lo que ello supone. O bien un juego de casino, donde las cotizaciones a corto plazo son una espada que separa el acierto del fallo, la ganancia de la perdida. Un lugar en el que la casa siempre juega con ventaja y gana el 100% de las ocasiones. La elección depende de vosotros queridos lectores.

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